martes, 30 de septiembre de 2014

POLÉMICA / La izquierda en América Latina

Debate entre Juan Carlos Monedero y Mike González





La Hiedra

Pensamos que hoy es más importante que nunca aprender de los aciertos y desaciertos de la izquierda latinoamericana por las similitudes en el contexto en que surgió (de crisis económica y política y de grandes movimientos sociales) y por su experiencia dentro de las instituciones –algo deseado por varios proyectos interesantes a lo largo del Estado español.

Hemos preguntado qué se puede aprender de las experiencias latinoamericanas a dos expertos en la materia: Juan Carlos Monedero -@MonederoJC- y Mike González, ambos intelectuales inmersos en la realidad política latinoamericana y activistas en sus respectivos ámbitos. Hemos dejado que cada uno desarrollara sus ideas en paralelo, primero introduciendo sus propias visiones personales y luego respondiendo a las del otro. El intercambio subsiguiente reveló confluencias, pero también contrastes, como no podía ser de otra manera con un tema tan amplio y tan complejo.

Primera ronda: Mike González

Mike González, autor de una nueva biografía sobre Hugo Chávez (Pluto Press, 2014), Catedrático Emérito de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Glasgow y miembro de la corriente internacional En Lucha / En Lluita.



El gran pensador marxista peruano, José Carlos Mariátegui, decía que había aprendido a ver y conocer su propio país en Italia entre 1919-1923. Allí participó en la política revolucionaria al lado de Gramsci. Se podría decir que en los noventa, después del desmoronamiento del llamado “bloque socialista”, Europa dirigió su mirada hacia América Latina, para plantearse la cuestión del método revolucionario. Desde Chiapas, donde las y los zapatistas se levantaron en enero de 1994, llegó un grito de protesta y rebeldía y una crítica feroz al neoliberalismo desde las márgenes. Como demostró el MST brasileño en los ochenta, los sin tierra tenían visión y capacidad de lucha, desde la conciencia y el conocimiento. El grito zapatista –¡Ya basta!– se oía en las calles de Europa –desde los y las Tute Bianche de Italia, hasta “los camioneros y las tortugas” que asediaron la Organización Mundial de Comercio en Seattle a finales de 1999 y desenmascararon los mecanismos de explotación detrás de la globalización.

La década de los noventa empezó con un triunfalismo encarnado de Fukuyama, que pronunciaba “el fin de la historia” y la victoria del capitalismo global. El fin de la historia, según él, era el fin de la resistencia, pues el derrumbe del muro de Berlín dejó en los escombros el sueño de un mundo auténticamente democrático, justo y humano. Para principios del siglo XXI, Fukuyama se tragaría sus palabras.

El nuevo siglo empezó con muestras claras del impulso revolucionario que estaba presenciando América Latina. En Cochabamba la llamada “guerra del agua” del 2000 generó prácticas y formas de organización que señalaron el resurgir de la posibilidad de un mundo sin explotación ni opresiones. Desde las bases se formó un frente de lucha que abarcaba a obreros, comunidades, vecinos, grupos de mujeres, vendedores ambulantes, escolares y comunas indígenas. La misma experiencia, aunque menos conocida, marcó la extraordinaria lucha de los pueblos indígenas del Ecuador. Tumbaron tres veces a gobiernos que intentaron imponer las prioridades neoliberales. El Argentinazo de diciembre de 2001 produjo una nueva consigna –“que se vayan todos”– y se crearon allí nuevos organismos de resistencia y autonomía, como las asambleas populares en los barrios, al igual que en Bolivia los “cabildos abiertos” –asambleas del pueblo en plazas públicas. Cada caso tenía su particularidad, sus expresiones locales. Pero los valores que encarnaban atravesaban fronteras y hacían eco de las reivindicaciones que lanzaba, desde Gotemburgo a Génova, el movimiento anticapitalista.

Desde ambos lados del mundo, en aquellos años de principios del nuevo siglo se reclamaba democracia, solidaridad, justicia social, respeto al planeta, solidaridad con la gente oprimida y un sistema económico-social que produzca para el bien de las mayorías. Eran los principios fundamentales del socialismo que Marx propuso en los albores del capitalismo. Ahora, aunque había producido los medios capaces de satisfacer las necesidades de todos, el mundo estaba más lejos que nunca de la soñada igualdad.

La fuerza moral de esos nuevos valores era avasalladora; pero no se traducía en fuerza política. Para eso había que tratar la cuestión del poder y de quién lo manejaba y ejercía para que siguieran beneficiándose los reducidos sectores de los dueños del capital. Era cierto que la caída del muro había revelado la realidad del “socialismo realmente existente” cuyo motor era la explotación y cuyos dirigentes constituyeron una clase que se enriqueció a expensas de las y los trabajadores y reprimía al pueblo en cuyo nombre reinaban. Y tanto como la clase dirigente occidental, ellos disponían de la violencia del estado.

¿Era posible otro tipo de poder? Otra vez América dio respuesta –o más bien dos. Desde Chiapas el reto era (según John Holloway) “cambiar el mundo sin tomar el poder” –realizar una transformación moral y cultural sin necesidad de enfrentar el poder del capital. Los movimientos sociales y las ideas revolucionarias son, o pueden ser, una fuerza material. Pero desde Cochabamba, Ecuador y Oaxaca se decía que había que transformar también el poder, que los estados debían estar bajo el control y la autoridad de los movimientos de masas que habían arrasado con los viejos poderes. Se veía surgir en América embriones de ese poder alternativo.

Parecía que quien más representaba esta nueva propuesta era Hugo Chávez. La revolución bolivariana y la personalidad de su máximo dirigente sedujeron a la izquierda del mundo entero. Su irreverencia, su celebración de la cultura popular y su manejo de los símbolos del proceso independentista sumaron un nuevo discurso político que parecía fundir en una visión nueva las demandas de las resistencias de Europa y América Latina. Un nuevo mundo es posible, decía, apropiándose la consigna central del Foro Social Mundial. En el Foro de enero de 2005, Chávez presentó su nuevo concepto y cautivó a un público mundial:

“Cada día estoy más convencido, sin ninguna duda en mi mente […] de que es necesario trascender el capitalismo. Pero no puede ser trascendido desde dentro del propio capitalismo, sino a través del socialismo, el verdadero socialismo, con igualdad y justicia. Pero también estoy convencido de que es posible hacerlo bajo la democracia, pero no el tipo de democracia impuesta desde Washington”.

Los hechos en Venezuela respaldaban esa posibilidad. En 2002-03 un intento de golpe fue derrotado por la movilización en masa del pueblo venezolano. De diciembre de 2002 hasta marzo de 2003 la huelga empresarial, el llamado “paro petrolero”, intentó destruir la industria petrolera, cuyos ingresos, en el proyecto chavista, financiaban el bienestar de las mayorías. Derrotada en aquel momento, la derecha seguiría empleando su poder económico para minar el proyecto –con la especulación sobre todo. La respuesta eran las Misiones, programas en cierto sentido asistencialistas pero anclados en el control y la administración desde las bases, que parecían ejemplos de un nuevo tipo de poder, respaldadas a su vez por un ejército progresista y un nuevo sistema latinoamericano de cooperación –el ALBA.

Las palabras de Chávez resonaron a través de América. Nuevos dirigentes de izquierda llegaron a los palacios presidenciales bajo el impulso de los movimientos sociales. Fue el caso de Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Fernando Lugo en Paraguay y, de hecho, Lula en Brasil (aunque el proyecto de Lula resultó ser básicamente neoliberal). Las nuevas constituciones de esos países defendían la democracia, el control nacional de los recursos de cada país y su distribución equitativa, además de la base plurinacional de los nuevos estados, imitando la nueva Constitución Bolivariana de Venezuela de 1999.

Hasta allí se podía hablar del éxito del proyecto de la conquista de la soberanía, de la independencia nacional. El ALBA daba la posibilidad de crear un bloque antiimperialista que rompía con la dependencia de EEUU. El proyecto bolivariano ocupaba el primer lugar en ese proceso. Pero quizás por eso no se atendía a las señales de sus contradicciones internas. A finales de 2006 Chávez creó un nuevo partido, el Partido Socialista Unido de Venezuela. Se convirtió de la noche a la mañana en un partido de masas –bastaba la convocatoria de Chávez. Pero ¿qué tipo de socialismo representaría el nuevo partido? Sus estructuras eran absolutamente centralizadas, su creación no fue producto de una discusión en las masas, ni lo fueron sus reglas y estatutos. Se parecía mucho más al partido comunista cubano que a un nuevo tipo de organización donde el pueblo ejerciera su poder democrático directamente sobre el estado. Y no era simplemente una cuestión organizativa. Sin la intervención directa de los órganos de democracia directa, ¿cómo se podía asegurar que las prioridades del estado siguieran siendo las de la mayoría? ¿Y cómo impedir que surgiera en su seno una dirección del partido y del estado que se alejara de las bases y empezara a defender su poder y no el poder popular?

La verdad es que no se hablaba lo suficiente ni dentro ni fuera de Venezuela sobre el carácter del socialismo bolivariano. La experiencia de aquel otro socialismo obsoleto rendía más que suficientes lecciones sobre lo que podía significar el capitalismo de estado (específicamente descartado por Chávez en Porto Alegre). En años recientes se ha visto que el capital nunca descansa en sus esfuerzos por subvertir este proyecto, sea militarmente (como en Honduras) o económicamente (como en Venezuela). Hoy Venezuela está en una crisis profunda tanto económica como social precisamente porque la ausencia de esa democracia auténtica hizo posible que se estableciera en el poder una burocracia que al no enfrentar esta amenaza y buscar su propio enriquecimiento, torció y traicionó las promesas del socialismo del siglo XXI (aun si nunca se definieran realmente). Han puesto en jaque no sólo su estado sino todo el proyecto socialista para América y el mundo.

¿Qué hacer? Lo primero es rescatar el proyecto socialista, aclarando por qué hoy en día los gobiernos de izquierda del continente están tratando de nuevo con las multinacionales petroleras y mineras, y cómo la corrupción ha podido aparecer en el seno de un proyecto arraigado en un proyecto de poder popular y democrático. Que de la soberanía nacional a una propuesta revolucionaria internacionalista hay todavía un gran salto. Pero para que este se realice, será la clase trabajadora en toda su multiplicidad la protagonista de cualquier proceso que se llame socialista. Es a ella a la que hay que apoyar y defender y no a quienes se arrogan el derecho de representarla. Nuestra democracia es participativa, diversa, opuesta a todo imperialismo y enemiga a ultranza del capitalismo, cualquiera que sea la forma que toma.

Juan Carlos Monedero

Juan Carlos Monedero, profesor de ciencia política de la Universidad Complutense de Madrid, fundador de Podemos y asesor del gobierno venezolano dirigido por Hugo Chávez entre 2005 y 2010.




Uno de los principales rasgos del capitalismo es su voluntad global. Por su propia lógica, no puede dejar de pedalear sin caerse, de manera que la expansión más allá de las fronteras de los países europeos donde se inició está inscrita en su código genético. Es importante entenderlo porque nos da una clave: lo que ha ocurrido en otros países puede igualmente ocurrir en los nuestros. Es cierto que las estructuras sociales son distintas, como distintos son sus estados y la fortaleza de su sociedad civil. Esto no permite comparaciones simples, pues las bases compartidas para ejemplarizar no están dadas. Pero las tres grandes autopistas que nos han traído hasta la actualidad –el Estado nacional, el desarrollo capitalista y el pensamiento de la Modernidad– se caracterizan por su carácter homogeneizador. Cuando las lógicas de estas tres autopistas tienen dificultades para reproducirse (por culpa de una crisis económica, por protestas sociales o por tensiones de cualquier tipo que también pueden provenir de fuera), las herramientas para volver a recuperarse son las mismas en todos sitios.

Por eso se parecen tanto las guerras, los ajustes y los recortes, el papel de la ciencia, el machismo o el trato a los inmigrantes sin papeles. Hay una suerte de “macdonalización” del mundo que tiene que ver con la hegemonía occidental desde, al menos, el siglo XIX. Al final, el comportamiento capitalista es muy similar en Venezuela, España o China; un inmigrante considerado ilegal tiene una suerte similar en Ceuta, Texas, Argentina o Libia (donde las diferencias van a estar en virtud de la magnitud de la crisis en cuestión y la fortaleza del estado de derecho) y el estado responde igual cuando la razón última de su existencia (la defensa de la propiedad privada) se ve amenazada. De la misma manera se parecen los procesos de toma de conciencia, las herramientas que usan los desposeídos para salir de su postración, las movilizaciones populares a la búsqueda de la exigencia de derechos, los procesos constituyentes, el papel de la policía o del ejército o el comportamiento de los medios de comunicación cuando los intereses de los poderosos se ven desafiados.

Con todas estas salvedades hechas, claro que se pueden sacar enseñanzas de la manera en que América Latina entró y salió de la fase neoliberal de la que ayer se benefició el norte (y que hoy sufre cuando la lógica capitalista ha hecho del territorio europeo un lugar de garantía de la tasa de ganancia empresarial que tiene más dificultades para realizarse en otros lugares del mundo). La lógica neoliberal es idéntica en todos sitios, si bien no se va a aplicar de la misma manera en todos los rincones del planeta. De la misma manera que en todos lados cobra contornos parecidos la crisis del Estado nacional (desafiado por la globalización) y los problemas ligados a la modernidad (en especial el eurocentrismo, el machismo, el productivismo y la confianza ciega en la idea de progreso que tan contraria es al respeto medioambiental). Pero no se van a expresar de la misma manera en todos sitios. Es conocida la conversación entre Margaret Thatcher y Augusto Pinochet donde la primera ministra inglesa le respondía al dictador chileno que pareciéndole muy apropiadas las decisiones tomadas tras el golpe contra Salvador Allende con la izquierda política y sindical, ella no podía hacer lo mismo en Inglaterra al ser diferentes las condiciones sociales, políticas y constitucionales (aunque cuando vemos que en España se vuelve a encarcelar a trabajadores por defender el derecho a la huelga, debemos entender el retroceso que está sufriendo la democracia en el continente europeo).

Hay al menos cinco enseñanzas que la izquierda europea debiera aprender de la izquierda latinoamericana.

1. La construcción de un nuevo sujeto político y un nuevo marco ideológico 

El encarcelamiento, represión y prohibición de los partidos políticos de la izquierda en América Latina (especialmente de los más fuertes en todos los países que sufrieron procesos autoritarios, incluso bajo situaciones formalmente democráticas, como fue el caso de Venezuela), obligaron a buscar otros sujetos para enfrentar los ataques a la democracia. De la misma manera, lo que se llama “cartelización de los partidos políticos” y su conversión en empresas políticas señalaba el agotamiento de la democracia representativa para, efectivamente, representar a la ciudadanía. De esta manera surgieron sujetos plurales ajenos a las discusiones tradicionales en la izquierda acerca del papel a desempeñar por el reformismo, la revolución o la rebeldía. Apareció en el lugar tradicional del “proletariado” el “pobretariado” (en expresión del brasileño Frei Betto). Los indígenas pudieron emerger como actor político (véase el caso de México o Bolivia), al igual que las mujeres, los movimientos sociales o los militares. La propia pluralidad del Foro Social Mundial, nacido en Porto Alegre en 2001, era una señal de la nueva configuración política que empezaba a desplegarse por el continente a partir de la victoria de Chávez en 1998. El discurso “izquierda-derecha” dejaba paso a una discusión “arriba-abajo” de mayor capacidad de inclusión. ¿A qué espera Europa para poner en marcha su Foro Social Mediterráneo o de los países del Sur?

2. La puesta en marcha de procesos constituyentes participados popularmente 

Ni la fase postneoliberal (puesta en marcha en Brasil, Argentina, Uruguay o, de manera más tímida, en Chile) ni la fase postcapitalista (intentada inicialmente en Venezuela, Bolivia o Ecuador, aunque sus resultados sean más bien magros en esa dirección) eran posibles sin unas nuevas reglas del juego. Estas pasan de manera clara o bien por un proceso constituyente que establezca la superación del modelo (que siempre será gradual y más moderado que radical) o por decisiones claras en el ámbito de la justicia, la propiedad de los hidrocarburos y las riquezas nacionales y el comportamiento de los medios de comunicación. Si las principales fuentes de riqueza están al margen de la gestión pública no son posibles los procesos de distribución de la renta (nótese que ni siquiera hablamos de “redistribución” de la renta). Sin una justicia que aplique los elementos de justicia social que siempre incluyen las constituciones es imposible ir más allá del gobierno de las oligarquías. Si los medios de comunicación imponen la hegemonía de esas oligarquías rompiendo todas las reglas deontológicas con el fin de provocar una salida violenta del gobierno de las fuerzas de cambio, es imposible mantener el apoyo de las mayorías. Jueces imparciales, medios de comunicación democráticos y capacidad fiscal y económica del gobierno son garantías para que no se posea únicamente el “poder” estatal al tiempo que se carece del poder real. O un proceso constituyente que garantice esos ámbitos.

3. Democracia participativa 

La frase “sólo el pueblo salva al pueblo” no es solamente un mantra movimentista. Se trata de implicar a las mayorías sociales en la solución de sus propios problemas, rompiendo con la lógica de delegación propia de la democracia representativa. Eso implica crear instancias de deliberación y decisión populares que salgan de la lógica burocrática de los partidos políticos. Pero como bien ha expresado el vicepresidente boliviano García Linera, el experimentalismo democrático no es posible si se carece del aparato del Estado, pues es la garantía de, en caso de fracasar los experimentos, no pagarse un precio demasiado alto que cierre la posibilidad de la transformación.

4. Apuesta decidida por los derechos sociales y por el mundo del trabajo 

El apoyo electoral a la izquierda latinoamericana no va a ningún lado si las mayorías no experimentan mejorías en sus condiciones de vida. En Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador y Argentina los éxitos en sacar a millones de personas de la pobreza es garantía del posterior apoyo electoral. Aunque no hay que caer en la tentación de pensar fórmulas fáciles de “importación” de modelos. Hay más socialismo en la seguridad social de corte europeo –que es fruto de cien años de luchas obreras y ciudadanas exitosas– que en todas las misiones venezolanas, esenciales para rebajar a la mitad las tasas de pobreza y llevar educación, sanidad, vivienda y alimento a las mayorías empobrecidas pero que hay que pensar en el contexto de un Estado débil y en el ámbito americano sometido a las presiones del imperialismo norteamericano, del comportamiento excluyente de las élites y de la debilidad de la esfera pública en el conjunto del continente latinoamericano.

5. Nuevas alianzas continentales y mundiales regidas por otros principios 

El presidente Chávez entendió que era imposible la democracia en un solo país, de manera que buscó el desarrollo de democracias soberanas en todo el continente. De la misma manera, cambió la Organización de Estados Americanos, controlada por EEUU, por la UNASURi y la CELACii, donde por vez primera los países del sur eran soberanos. Igualmente desarrolló el ALBAiii y están en proceso de hacer del MERCOSURiv algo más que un ámbito de intercambio mercantil. Esto debiera servir en Europa para pensar fórmulas que revirtieran el modelo neoliberal impulsado desde el Acta Única (1986) y el Tratado de Maastricht (1992), pensando en formas de unión de los países del Sur y, al tiempo, pensando en alianzas mundiales que rompan la dependencia de la OTAN y EEUU.

Estos asuntos no agotan el aprendizaje que la izquierda europea puede sacar de la experiencia latinoamericana pero, es evidente, que sirven, por la función de espejo que significan, para darnos cuenta del agujero histórico en el que estamos en el viejo continente.

Notas
1 Unión de Naciones Suramericanas.
2 Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
3 Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América.
4 Mercado Común del Sur.

Segunda ronda: Mike González Respuesta a Juan Carlos Monedero

Es alentadora la coincidencia en muchas cosas que tenemos. Innegable ese fenómeno de la ‘macdonalización’ del mundo, si dondequiera que uno vaya la gran ‘M’ te sigue como una maldición. La globalización de la economía, pero además de la cultura, la experiencia social, los patrones de consumo y sus implicaciones son elementos comunes.

En mi colaboración quería hacer hincapié, sin embargo, en las particularidades de las sociedades, un poco para contrarrestar la sensación que mucha gente expresa de una u otra forma de que el capitalismo global lo acapara todo, penetra hasta en nuestras vidas más íntimas, nos desarma y apacigua. Lo uniforme de un mundo donde hay un Burger King en cada esquina (para variar las marcas) nos podría hacer pensar que la contradicción fundamental, aquella lucha de clases, se ha resuelto –y que lo que queda es una diferencia cuantitativa: tener más o menos.

Por eso yo cuestionaría el concepto del “pobretariado”. En los debates de la década pasada creo que existía el peligro de caer en definiciones sociológicas del sujeto global –“multitudes”, “precariado”, etc.– en vez de caracterizaciones políticas. Pero es esta última la que permite desarrollar instrumentos de lucha, basados en la fuerza de estos sectores. Es decir, “proletariado” se refería no solamente a una ubicación social sino a un papel esencial en la reproducción del capital, aunque este papel cambiara mil veces de apariencia y comportamiento –del mono a la bata blanca, de la fábrica a la oficina virtual, por ejemplo.

Creo, con Juan Carlos, que el Foro Social Mundial desempeñó un papel importantísimo en el proceso de definir el nuevo sujeto. Tuve el privilegio de asistir tres veces y era imposible evitar la sensación de que allí pasaba algo trascendente, empezando por el hecho de que en Porto Alegre se reunían comunidades y organizaciones que hasta entonces nunca se habían encontrado en un acto político –y en términos de igualdad. Sin embargo, el Foro descartaba explícitamente la política –aun si en el acto de clausura en 2005 se izaba la bandera “Otro mundo es posible” con una tela añadida que decía “pero sólo bajo el socialismo”. Fue una inspiración para Europa, justo en el momento en que, a pesar de la resistencia global, el imperialismo había logrado destruir Irak. Y además no era una simple consigna, era una referencia clara a nuevas prácticas políticas, cuya importancia radicaba en que se podían aplicar a los distintos sectores de la lucha y a la lucha en general.

Ese era el momento de ahondar en lo que se entendía por “el socialismo del siglo XXI”. Aun si el proceso político debía pasar por la etapa de establecer soberanía, control nacional sobre los hidrocarburos y los recursos minerales y la redistribución del ingreso, ¿hacia dónde iba dirigido a la larga? Aquí yo haría eco de los comentarios de Juan Carlos sobre el “proceso constituyente”. Es una experiencia que todas y todos debemos procesar y repensar a fondo. La ocupación de la nueva izquierda de los palacios presidenciales indudablemente representaba un salto hacia la independencia.

Pero, si como García Linera comenta en sus varios escritos y discursos, había que pasar por esa etapa ¿cuál era la garantía de que ella diera lugar a una fase socialista? Porque hemos visto como, en muy poco tiempo, los gobiernos de Bolivia, Ecuador, Venezuela y Cuba tuvieron que buscar un lugar –un nuevo lugar por cierto– en el comercio capitalista global. Y ante las presiones de los nuevos compañeros de viaje –China, Rusia, Irán– se ha presenciado una sutil redefinición del proyecto del socialismo del siglo XXI en capitalismo de Estado con algunas nuevas variantes. Y lamentablemente, eso ha tenido una consecuencia siniestra: la criminalización de la protesta, contradiciendo los proyectos democráticos que los llevaron al poder.

Aquí es donde cobra su importancia lo que hemos llamado el proceso constituyente. Su tarea no es simplemente escribir constituciones. La constituyente, cobre la forma que cobre, es una expresión de la “imbricación de las mayorías populares en la solución de sus propios problemas, rompiendo con la lógica de delegación de la democracia representativa” (como dice Juan Carlos). Sus formas pueden variar, según la historia y cultura de cada sociedad, pero lo fundamental es que tenga absoluta independencia del Estado y un papel de vigilancia y crítica ante sus acciones. No puede tener representación permanente, ni exclusiones. En la asamblea para escribir la nueva constitución boliviana, por ejemplo, se impuso la regla de que todas y todos los delegados debían pertenecer a partidos políticos –excluyendo de esa manera a movimientos indígenas, comunales, etc. La constituyente puede en un momento ser asamblea nacional con delegados, en otro momento funcionar a nivel local, planteándose cuestiones que tengan que ver con el comportamiento del Estado, pero también creando espacios para enfrentar cuestiones como el machismo, el racismo, el medioambiente, el buen vivir.

Al mismo tiempo, la política, e inclusive los partidos políticos, deben tener el derecho de participar activamente. Desde luego hablar de política, en este nuevo contexto, rebasaría temas de ganar escaños o direcciones sindicales para plantearse qué tipo de sociedad queremos, cómo debían ser las relaciones humanas en una sociedad justa, cómo se realiza el buen vivir. Pero tarde o temprano eso nos enfrentará con el problema del poder, del Estado nacional que funciona al interior de un sistema internacional capitalista. Su transformación, por desgracia, sigue siendo la condición de una verdadera revolución, y habrá que prepararse para esto. Y más allá del internacionalismo concebido como la relación entre Estados, está aquel otro internacionalismo de base. Mientras el ALBA pueda servir como plataforma e instrumento de negociación en el mundo actual, Chávez siempre hablaba de la solidaridad como su motor fundamental. No se ha avanzado mucho más allá de la retórica en esa materia –pero un proceso constituyente partiría de allí.

Surgirán propuestas políticas no asociadas solamente con tomar el relevo del poder sino de ahondar en el proceso de transformación de todos y todas al luchar por el cambio en todos los niveles. Marx decía que la revolución es la coincidencia de la transformación del ser y la transformación de las circunstancias. Las dos van de la mano. En eso estamos.

Juan Carlos Monedero Respuesta a Mike González

La queja de Lenin a Kautsky en 1920 recordándole que los bolcheviques se habían hecho con el poder del Estado pero no con el poder real aún resuena en cualquier lugar donde las clases subalternas quieran revertir quinientos años de dominación capitalista y doscientos años de dominación política sobre la base de la democracia representativa liberal. Puede tenerse acceso al poder del Estado, pero las oligarquías siguen teniendo los medios de comunicación, el dinero, los jueces, los militares, las relaciones internacionales, los funcionarios, las universidades, la iglesia. Y siempre –siempre– el apoyo de las potencias hegemónicas que van a toda costa evitar el contagio de un poder popular que ponga en riesgo todos esos poderes concentrados en unas minorías.

En 1871, cuando estalló la Comuna de París, Bismarck decidió soltar a los soldados franceses presos para que pudieran combatir a los comuneros. En su lectura, eran más peligrosos quienes reclamaban “asaltar los cielos”, hacer revocatorios de mandatos, garantizar los bienes comunes, frenar el poder de la iglesia o echar a los reyes y a los banqueros que los sostenían, que los soldados que combatían por la burguesía de otro país. Alemania tuvo más miedo al contagio y decidió suspender la lógica de la guerra para ayudar a su un día antes enemigo a que combatiera a los insurrectos.

Este escenario –que en el siglo XIX determinó la discusión acerca de la lucha de clases– estuvo muy presente en la URSS y terminó justificando el estalinismo. En los gobiernos de cambio en América Latina, la lucha por la crítica, por la existencia de facciones, por la autogestión, por medios de comunicación que confrontaran, incluso desde el sector público, la tarea de los gobiernos, es una necesidad raramente cumplida. Desde que Chávez ganó las elecciones de 1998, los poderes tradicionales tanto venezolanos como latinoamericanos, estadounidenses y europeos empezaron a conspirar para desoír el resultado. En Venezuela se probaron todas las estrategias que habían resultado exitosas en otros lugares durante el siglo XX: desabastecimiento, huelgas, cierre patronal, manifestaciones, lucha callejera, intentos de inhabilitación jurídica, incitación al odio en los medios, magnicidio, golpe de estado por las fuerzas armadas. Y de todas resultó victoriosa.

Pero el comportamiento golpista de la oposición –como en tantos otros sitios en el continente– terminó enrocando al gobierno y haciéndose impermeable a las críticas. La universidad, los medios de comunicación y la oposición parlamentaria tienen como función construir una esfera pública virtuosa. Pero al entregarse a la mera desestabilización, incumplen su función y pasan a ser parte de las nuevas formas de golpismo que tienen una importante baza previa en la deslegitimación de los gobiernos.

Este comportamiento terminó por equiparar a todas las críticas como si provinieran de un mismo ánimo desestabilizador. Y eso ha debilitado mucho a los gobiernos de la izquierda latinoamericana. El primero, Cuba, pero después todos los países que no han asumido que la crítica es el oxígeno que alimenta los procesos de cambio y que revitaliza la savia revolucionaria de la ciudadanía (mientras que el ahogamiento de la crítica genera el resultado contrario).

Todos los gobiernos de cambio en América Latina durante los últimos diez años han cosechado enormes resultados en la lucha contra la pobreza. Han sacado a millones de personas de situaciones terribles de postración económica. Han ascendido en los índices de desarrollo humano de Naciones Unidas gracias, sobre todo, al gasto social desplegado en sanidad, educación, vivienda, alimentación, etc. Pero su agenda “postneoliberal” no ha pasado de ser eso. Dicho en otros términos, no han desarrollado una agenda genuinamente socialista, teniendo siempre abierta la posibilidad de, al no haber desterrado de manera definitiva las amenazas neoliberales, volver a caer en los mismos vicios de los noventas que cometieron los gobiernos a los que vinieron a sustituir. Los gobiernos de la izquierda latinoamericana han distribuido la renta, pero no la han redistribuido, pues los ricos cada vez son más ricos, pese a que se ha sacado a mucha gente de la pobreza.

Hacer una agenda socialista habiéndose asumido que la vía al poder es electoral (y no la lucha armada) detiene la posibilidad de hacer planes a medio y largo plazo que no reciban apoyo electoral en el corto. La única manera de que los gobiernos de la izquierda, urgidos por la necesidad de recursos, no caigan en esa trampa (por ejemplo, haciendo políticas extractivistas que resuciten la trampa de la dependencia de la exportación de recursos energéticos sin ningún valor añadido) pasa por mantener la tensión popular de manera que sea el propio pueblo, en su conjunto, quien reclame otro modelo. Y eso no es nada sencillo.

La única manera de no fracasar, en cualquier caso, pasa por construir un doble vector. Por un lado, un vector representativo que arme un Estado fuerte (no olvidemos que el neoliberalismo desmontó el Estado social desde el propio aparato del Estado). Ese vector hay que controlarlo con transparencia, limitación de mandatos, referéndum revocatorio y un tejido social denso y vivo. Al mismo tiempo, hay que armar un vector experimental, asambleario, horizontal, autogestionado que solvente los problemas históricos ligados a la forma estado. Los estados modernos, como bien vieron Marx y Engels, tienen el problema de que son “representativos”, es decir, que unos pocos siempre van a representar al conjunto. Y eso genera el riesgo, incluso en el mejor de los casos –donde haya una voluntad realmente democrática–, de que una minoría termine sustituyendo al conjunto y, por la propia estructura representativa del Estado, acabe siendo rehén de las oligarquías que tienen más facilidad para representarse a sí mismas (al Estado siempre le es más fácil reunirse con poca gente que con mucha).

Los gobiernos de la izquierda latinoamericana para poder llevar a cabo su tarea necesitan tener una base económica que sólo puede obtenerse bien por el control público de las riquezas nacionales –algo evidente en el caso de hidrocarburos, pero también de otros tipos de bienes– o por una base fiscal que cobre impuestos a los detentadores de la riqueza. El fracaso en la construcción de una base económica para llevar a cabo las transformaciones sociales implica caer, tarde o temprano, en las redes neoliberales, bien en forma de recursos en el FMI, en el Banco Mundial o en sectores financieros internacionales, Tratados de libre comercio, insistencia en el extractivismo, endeudamiento con países que demanden materias primas (es evidente el caso de China) o incrementos del déficit público y de la deuda pública que no sean manejables. En conclusión, la verdadera vacuna para poder superar el marco neoliberal pasa por sacar la conciencia neoliberal de las cabezas de la ciudadanía. Esa fue, principalmente, la tarea que se marcó el Presidente Chávez en Venezuela. Pero esa tarea reclama los lapsos de dos generaciones. Y ese tiempo no siempre se tiene.


domingo, 28 de septiembre de 2014

PASANDO LA HOJA / Mayoría inconforme


MANUEL ISIDRO MOLINA

La mayoría de la población venezolana está inconforme con la dinámica política, social y económica que confrontamos.

Aproximadamente una tercera parte de la población se manifiesta independiente de los dos polos más beligerantes de la absurda diatriba nacional, politiquera e  insensata. Desconsideradamente, a esta importante porción de venezolanos y venezolanas los descalifican llamándolos “ni-ni”, como su fuésemos eunucos políticos quienes rechazamos la polarización corrupta e irresponsable impuesta.

En el bando chavista, crece la inconformidad: el apoyo popular oficialista viene bajando desde 2012, de 55% (votos obtenidos por Hugo  Chávez) al 38 – 40 por ciento que le asignan las encuestas al presidente Nicolás Maduro.

En el bando antichavista, a los efectos de la MUD (Mesa de Unidad Democrática), la situación n o puede ser peor. Sobran comentarios.

Corresponde a cada ciudadano meditar y analizar ls posibilidades de un compromiso alternativo que dote al país de un nuevo proyecto político democrático, transformador que parta de a urgente reconstrucción moral de la República.

La dirigencia polarizante (chavismo-antichavismo) está en merma. Ni los dirigentes del Psuv y la MUD pueden negarlo.



* AGUSTÍN VOLCANES es un fotógrafo merideño que anda armado, dice ser “Tupamaro” y “agente de inteligencia de la Policía de Mérida”. El jueves la emprendió a golpes contra el colega periodista Luis Avendaño, en el salón principal de la gobernación del estado Mérida, donde se realizaba un importante acto del ministerio de Ciencia y Tecnología con participación de varios diplomáticos latinoamericanos. El bochorno fue mayúsculo.

* EL AGRESIVO PERSONAJE tiene diversos antecedentes graves por violencia de género y agresiones contra otros ciudadanos, por lo que cursan diversos procedimientos en el Ministerio Público, pero el tráfico de influencias los mantiene paralizados.

* VARIAS AMENAZAS DE MUERTE ha proferido AV contra otras personas, de lo cual conoce formalmente la Fiscalía, pero nada hacen sus funcionarios. ¿Qué esperan? ¿Qué malogre o asesine a alguien? El gobernador Alexis Ramírez debe actuar inmediatamente, a menos que esté dispuesto a correr con las consecuencias del violento e ilegal proceder de su subalterno y supuesto dirigente “Tupamaro” y “agente de inteligencia”.

* SUS NEXOS DE COMPLICIDAD E IMPUNIDAD se extienden al CICPC, cuyos agentes paralizan toda investigación penal que afecte a AV, “guapo y apoya’o”. Hay quienes también lo identifican como informante del Sebín”.

* ABOGADOS DEL CONSORCIO MARSHALL & ASOCIADOS desestimaron la “pretensión ilegítima e injusta” de miembros de la Sucesión de Pablo Vicente Pinto, sobre terrenos donde se desarrolla la urbanización privada “Lomas de Santa Fe”, cuya primera etapa ha sido culminada y totalmente vendida por la Asociación Civil Lomas de Santa Fe. Luis Valdivieso, Vitina Ardizzone y Favio Volpe ejercieron su derecho a réplica, a nombre de su representada y arguyeron que el caso registra un cúmulo de irregularidades desde hace más de quince años, pues los demandantes de la Sucesión Pinto parten de un documento 1839 carente de tradición legal (“tracto legal”). Sostienen que la alcaldía de Baruta anuló las fichas catastrales respectivas en 2000: y que a petición de Omar Terán, apoderado de la Sucesión Pinto, el alcalde Gerardo Blyde revisó el expediente y ratificó la medida tomada en 2000. El interesante caso sigue en tribunales.

* DESDE PDVSA CARENERO “patriotas cooperantes” informan que supuestamente atracan y descargan buques tanqueros con gasolina importada, de dudosa calidad. Ingenieros y técnicos denuncian que los mandos de Pdvsa ordenan “recibir sin actas ni reparos esa gasolina de baja calidad, proveniente de Bahamas y otras islas caribeñas”.

* ESTA SUPUESTA MAFIA DE CARENERO, estaría trasvasando gasolina en alta mar, donde sus agentes estarían vendiendo a precios internacionales la gasolina importada por PDVSA. “Ojala, el general Barrientos investigue y desarticules esta mafia”, expresan mis “patriotas cooperantes”.

* BOLIBURGUESES MILITARES Y CIVILES siguen comprando casas, apartamentos, fábricas y fincas en Barquisimeto y otras zonas del estado Lara.

* EMPRESARIOS DEL SECTOR ALIMENTOS no se explican cómo “un coronel retirado de apellido Rodríguez” obtuvo recursos para comprar por varios millones de dólares la procesadora industrial “Lácteos Yaracuay”. La compra “fue de contado, a  brinco de perro”, por lo que preguntan: “¿De dónde salieron esos dólares?” Así, “los falsos herederos de Chávez compran fincas en Barinas, Portuguesa y Mérida; apartamentos en Brickell (Florida, EEUU) y Galicia (España); y en Venezuela no se cansan de comprar lanchas, aviones, empresas aseguradoras, bancos, periódicos y otros medios de comunicación social, y plantas agroindustriales, a punta de dólares”.

* LA BASURA SE COMIÓ AL ALCALDE OCARIZ en el municipio Sucre del estado Miranda. El desbarajuste es total, y las comunidades sufren la acumulación de desperdicios en calles, avenidas y plazas generando, además, proliferación de insectos, roedores y transmisión de enfermedades.

* EL EX GOBERNADOR ACOSTA CARLES  aspira una curul de la Asamblea Nacional en las elecciones 2015, por el estado Carabobo, de donde salió con las tablas en la cabeza y los bolsillos llenos. Ofrece abundante dinero para cubrir los gastos de campaña y la logística de movilización, a quienes acepten acompañarlo en esa aventura.

* LOS PARTIDOS DE OPOSICIÓN “SE ESTÁN MATANDO” EN LA MUD, aseguran opositores que lamentan la triste realidad de esa conflictuada alianza política. Por un  lado, está la abierta lucha entre Primero Justicia (Julio Borges-Henrique Capriles) y Voluntad Popular (Leopoldo López); por otro, Acción Democrática (Henry Ramos) vs Primero Justicia; y también la urticante crítica-desprecio de María Corina Machado contra todos los que no sean aliados de la política virulenta de “La Salida”, a la cual se sumó alfgo que todavía llaman “Bandera Roja” (Gabriel Puerta Aponte).

* OTRO FRACASO DE OCARIZ es el del Instituto Municipal Aguas de Sucre (IMAS) con grave escasez de agua en las parroquias petareñas, materia que debe ser abordada por el Consejo Legislativo de Miranda por la extendida afectación de Las comunidades.

* JUBILADOS DEL MINISTERIO DE TRANSPORTE TERRESTRE exigen homologación de sus asignaciones a los sueldos de sus colegas en ejercicio en cargos equivalentes. Injusto, muy injusto, es que funcionarios que cumpleron su ciclo laboral de vida, estén devengando jubilaciones atadas al salario mínimo. El ministro Halman El Troudi tiene la palabra.

* RODNEY ÁLVAREZ, trabajador de Ferrominera del Orinoco, permanece preso bajo injusta acusación de homicidio. “El 9 de junio de 2011, es asesinado de un disparo el trabajador Renny Rojas. Varios testigos, incluyendo al propio Rubén González, declararon ver disparar a Héctor Maicán y a Alfredo Spooner, miembros del sindicato. Maicán fue detenido y su arma fue la única que se decomisó en el momento. Sin embargo, apenas duró 24 horas preso, a pesar de que existe un video de la empresa que revela los hechos y la prensa regional  abundó en la descripción de lo sucedido”.

@manuelisidroXXI



sábado, 27 de septiembre de 2014

El puzle de los Balcanes 20 años después de la guerra

Entrevista a José Ángel Ruiz Jiménez, profesor de la Universidad de Granada, institución que desde hace más de una década, está presente en Mostar




Primavera de 1992, en Sarajevo capital de Bosnia, la sociedad civil compuesta por croatas, serbios y musulmanes, se manifiesta conjuntamente en contra de una guerra que es inminente. No estaban organizados pero había un sentimiento común con el que la guerra acabaría por completo. Los manifestantes son disparados por francotiradores vinculados a Radovan Karadzic y el conflicto estalla cobrándose sus primeros muertos. Tras tres años y medio de guerra, el país queda totalmente dividido y enfrentado. Casi 20 años después la cosa sigue igual. Para aproximarnos mejor a la realidad de los Balcanes y a la de Bosnia en particular, entrevistamos a José Ángel Ruiz Jiménez profesor de la Universidad de Granada, institución que desde hace más de una década, está presente en Mostar.

Pero antes de explicarles el trabajo que hace una universidad andaluza en una ciudad bosnia, nos remontamos hasta 1995, año en que se firman los acuerdos de Dayton que pusieron fin a la cruenta guerra de la ex-Yugoslavia.

Dayton
El futuro del país se decidió en una base militar de Ohio, EEUU. No hubo ninguna representación de la sociedad civil ni de los no nacionalistas. Los líderes que se sentaron a negociar el futuro de Bosnia eran extranjeros. Milosevic representó la parte serbobosnia, mientras Franjo Tudjman lo hizo en nombre de los bosniocroatas. Europa era la encargada de la reconstrucción del país tras el conflicto. “Se trataba del proceso de reconstrucción más ambicioso de la historia. Bosnia era un país pequeño donde se iban a invertir billones de dólares para consolidar la paz y una democracia multicultural.” Nada más lejos de la realidad.

En primer lugar para contentar a todo el mundo se trataron se consensuar los símbolos, como la bandera, con un extraño diseño que recuerda a la de la UE y tiene un triángulo amarillo que representa a Bosnia–Herzegovina. La moneda es también una creación artificial, tanto que se llama marco convertible dado que por aquel entonces su referencia de cambio era el marco alemán, la moneda de un país extranjero. Todavía se sigue llamando así aunque ahora depende del euro. La propia constitución, que debe ser refrendada por el pueblo al que se va a aplicar, se redactó en inglés y sólo se tradujo a la lengua local hace dos años, 15 después de la guerra. “Todo esto genera una identidad nacional ficticia y crea una sensación de desesperanza en una población que no cree en el futuro del país, ni siquiera cree que su país sea un país de verdad.”

Otro asunto fue la creación del nuevo mapa, que empezó a fraguarse en plena guerra, un tema bastante perverso. “Todo el mundo sabía que tarde o temprano las fuerzas internacionales iban a intervenir. Se dio entonces una macabra carrera entre los ejércitos locales para que la etnia propia abarcara la mayor parte de territorio posible, de modo que cuando se produjera la intervención, cada uno pudiera quedarse con la zona que había ocupado.” Esto dio lugar a limpiezas étnicas en la población y empeoró la violencia en la última parte de la guerra. Resultaba mucho más fácil también para las potencias extranjeras trazar un mapa donde no hubiera islas étnicas. De este modo los mapas tienen más “sentido” para saber a qué etnia corresponde cada territorio. La idea dio luz verde a casos como el de Srebrenica, donde murieron 8 mil civiles musulmanes. “Mueren 8 mil, salvamos a 50 mil, son los cálculos que se hacen en las altas esferas internacionales.”

Una vez acabado el conflicto, la comunidad internacional tenía previsto devolver a los desplazados de guerra sus casas. Pero los problemas fueron insalvables. “En muchas ocasiones las casas ya no existían, estaban destruidas o habían sido ocupadas por desplazados de otra etnia. Hubo un intercambio de ocupaciones ilegales y para desahuciar a unos, tenías que devolver la casa a quienes también les habían ocupado la suya.La cuestión de la propiedad sigue siendo un complejo problema hoy en día.” Los desplazados tampoco tenían muchos incentivos para volver al lugar de donde habían huido. Además, después de la repartición de los territorios, pasaban a ser en muchos casos etnias minoritarias donde antes habían sido predominantes. La mayoría nunca quisieron volver y se quedaron allí donde habían llegado tras su huida.

Bosnia Herzegovina
Hoy en día puede parecer un lugar tranquilo pero existe mucha tensión. Así, lo que llamamos popularmente como Bosnia, un país que fue patria conjunta para croatas, serbios y musulmanes durante la era comunista, queda dividido tras la guerra y las posteriores resoluciones de Dayton, en dos repúblicas autónomas dentro del mismo país (República Srpska y República de Bosnia-Herzegovina) algo difícil de entender. Además están los cantones y las municipalidades y cada uno con su propia legislación, su funcionariado y sus políticas. “De este modo tenemos un país empobrecido, con una administración política carísima de mantener, totalmente sobredimensionada y una economía muy dañada, resultando una situación insostenible. La máxima autoridad de todo este conglomerado es el representante de Naciones Unidas, un extranjero elegido por el Secretario General de la ONU, que oficia como jefe del estado federal.” Este alto representante de las NU debe validar todas las decisiones que se toman a nivel local; nunca se pensó que su cargo durara tanto tiempo.

El sistema es complejo. Existe una presidencia rotativa en la configuración federal de modo que siempre hay en el gobierno un representante de cada una de las tres etnias pero a fin de cuentas cada una de las partes tiene una autonomía muy fuerte, tanto en la República Srpska como en la de Bosnia-Herzegovina y también en los cantones. El resultado es que difícilmente se toman decisiones importantes de manera conjunta. “Cuando a alguna de las partes no le agrada alguna decisión, simplemente la veta o pone todo tipo de trabas, lo que dificulta enormemente cualquier tipo de consenso. El problema es que todos los partidos políticos del país son nacionalistas y existe el recelo de que si gana tu oponente va a beneficiar a los suyos y por ende perjudicar a la otra etnia. El nacionalismo es muy fuerte, todo el mundo vota a los suyos por un cierto instinto de protección.”

En el ejército sí que, en principio, no cabe otra opción que no sea la de la unidad. Sin embargo, la diferenciación étnica se mantiene aunque sea de manera extraoficial. “En caso de una nueva guerra la fidelidad a tu gente estaría por encima de la obediencia a la unidad del ejército.”

La división también se hace patente en el tema educativo, donde no existe un programa unitario; esto no es casual, pues la educación es un modo más de adoctrinar. “Cada región tiene su propio sistema, cuenta su propia historia en sus colegios y queda claro que no se sienten parte de un mismo país. Es frecuente que respecto a las visitas escolares a la capital del país, Sarajevo, los niños serbios no las realicen. Los croatas tampoco, argumentando que su capital es Zagreb.”

En general la gente en Bosnia es muy de los pueblos, de mentalidad conservadora, mantienen la unión entre los suyos por miedo a que vuelva la violencia. “Durante la guerra los más violentos eran de origen rural como Ratko Mladić o el propio Karadzic. También hubo muchos radicales procedentes de la ciudad como los hinchas del Estrella Roja de Belgrado que en tiempo de paz se refugiaban en el fútbol, hasta que muchos de ellos formaron el grupo paramilitar de los Tigres de Arkan en tiempo de guerra.”

Como ya hemos comentado, los acuerdos de Dayton dotaron al país de un complejísimo sistema político y lo dividieron en dos partes, casi sin comunicación entre ellas. Veamos un poco mejor la naturaleza de estas dos repúblicas.

Por un lado tenemos la República de Bosnia-Herzegovina,sede de la capital, Sarajevo, y que ha experimentado un fuerte proceso de islamización en los últimos años. Su población se divide en un 80% de musulmanes y un 20% de croatas y, en mucha menos medida, serbios. Los musulmanes bosnios son descendientes de los eslavos que se convirtieron al Islam bajo la dominación turca hace 500 años. Con el comunismo era más una identidad que una religión, fueron los más débiles durante y después de la guerra. Países como Irán o Arabia Saudí les ayudaron mucho cuando estalló el conflicto, incluso los muyahidines fueron a luchar a su lado. Sin embargo, cuando llegaron no reconocían a quienes consideraban sus hermanos: las mujeres vestían libremente, no eran rigurosos con la asistencia a las mezquitas, bebían alcohol, comían sin restricciones… “Tras la guerra muchos se han refugiado en el Islam, incluso más que sus antepasados; se han levantado más mezquitas y mucha más gente acude a ellas. Desde Europa esta situación se ve con cierto recelo por entenderlo como un posible caballo de Troya musulmán en el centro del continente. El Islam aquí ha hecho un trabajo parecido al que hacen los Hermanos Musulmanes en el norte de África, favoreciendo la inclusión social de los más marginados, ofreciendo trabajo y sanidad a familias sin recursos por lo que para muchos el Islam supone además de un refugio, también una identidad.”

De otro lado se constituyó la República Srpska, donde no hay musulmanes ni croatas y los serbios se encuentran muy satisfechos. En cada pueblo ondean las banderas serbias y todas las iglesias son ortodoxas. “Sus líderes tampoco están interesados en unirse a Serbia porque en su territorio ellos mandan a su antojo de un modo bastante caciquil. Prefieren ser cabeza de ratón a cola de león.”

Y hablando de los serbios, su población también era mayoritaria en otro territorio del país vecino Croacia, en lo que se denominó República Serbia de Krajina. En 1995, con el apoyo de la OTAN en la “operación tormenta”, 250 mil serbios huyeron tras ser víctimas de los bombardeos y la ocupación por los que Croacia afirmó recuperar su integridad territorial. “La población serbia de Krajina, víctima de un genocidio por parte croata en la Segunda Guerra Mundial, se negó a quedar atrapada bajo un gobierno croata tras proclamar su independencia de Yugoslavia. Su inquietud aumentó, hasta el punto de crear su propia república serbia dentro de Croacia, las leyes croatas fueron tan severas con las minorías, que años después, cuando quisieron formar parte de las Naciones Unidas tuvieron que modificar su constitución.”

Kosovo
Salimos de Bosnia y pasamos ahora a analizar la situación de este territorioel último en los Balcanes donde hubo guerra abierta. Por aquel entonces Kosovo era una provincia perteneciente a Serbia pero el 90% de su población era musulmana y de origen albanés. Tras la desintegración de Yugoslavia los albanokosovares piden su autonomía. “Como no podían enfrentarse militarmente a Serbia, organizan un estado paralelo al serbio donde ofrecían sanidad y educación a la población albanokosovar y organizan unas elecciones.” En ellas Ibrahim Rugova es elegido presidente apoyado en una estrategia de no violencia que es en realidad muy perversa. Presenta a Kosovo como la parte débil buscando el apoyo internacional para atacar a Serbia. “Sucede entonces que la vecina Albania colapsa como Estado con la caída del sistema comunista, provocando una situación que va a precipitar los acontecimientos. Albania tenía en cada pueblo un arsenal de armamento en previsión de una posible invasión. Si se daba esta circunstancia la población civil, que había sido instruida en la guerra de guerrillas cumpliendo el servicio militar obligatorio, podría defenderse.” Todas estas armas son vendidas fácilmente a sus hermanos albanokosovares para defender su causa y surge entonces el ELK (Ejército de Liberación de Kosovo)con una marcada estrategia violenta. “Sólo entonces la comunidad internacional comienza a prestar atención a lo que está ocurriendo en la zona.” Estados Unidos, en principio receloso de aquella guerrilla musulmana, lo incluye en su relación de grupos terroristas. Sin embargo, terminarían pactando con ellos, apoyándolos con armamento para que lucharan contra Serbia y luego convirtiéndolos en la élite del Kosovo independiente. Como contrapartida, aquel se convirtió un país absolutamente leal a EEUU, potencia que instaló allí su mayor base militar fuera de sus fronteras y que privatizó y explota gran parte de sus recursos naturales, aparte de mirar hacia otro lado ante las prácticas mafiosas del gobierno de los antiguos líderes del ELK.

Con la ONU vetada a una posible intervención por la oposición de Rusia y China, la OTAN, que una vez acabada la Guerra Fría no sabe muy bien cuál es su razón de ser, entra en escena apoyando la causa de Kosovo, presentándose como un garante de los derechos humanos. El presidente de Serbia Slobodan Milosevic, sin duda un personaje siniestro, no pretendió en ningún momento realizar un genocidio en Kosovo sino mantener la región dentro de Serbia. “Sin embargo fue criminalizado sistemáticamente para dar una buena imagen al papel de la OTAN, que con la intervención conseguía meter cuña en aquella zona de tradicional influencia rusa y Estados Unidos lograba instalarse allí militarmente."

Los bombardeos de la OTAN expulsan a los serbios de Kosovo y les ofrecen unas condiciones de rendición totalmente inaceptables para cualquier país, dado que suponían en la práctica, la pérdida total de su autonomía como nación. Definitivamente Serbia acaba perdiendo Kosovo y la comunidad internacional, que había tomado partido por los kosovares, oculta en los medios de comunicación las matanzas sufridas por los serbios a manos del ELK. “Así estos guerrilleros de monte son aupados al poder y logran constituir un régimen mafioso y criminal aprovechando su nueva situación para hacer negocios.”Valgan un par de ejemplos sobre esto último.

Tras la guerra el nuevo presidente kosovar Ramush Haradinaj es reclamado por el Tribunal Penal Internacional de la Haya para declarar por crímenes de guerra. Confiado, acepta acudir voluntariamente. “Cuando llega, todos los testigos en su contra han desaparecido y se vuelve a su casa por donde había venido. El actual presidente de Kosovo, Jakup Krasniqi, está acusado con pruebas consistentes de tráfico de órganos.”

Si uno visita Pristina, capital de Kosovo, podría esperarse encontrar un paisaje desolador por tratarse del último lugar de Europa donde se dio un enfrentamiento armado. Sin embargo nada más lejos de la realidad; la ciudad parece un lugar propicio para hacer negocios de todo tipo, inmobiliarios, turísticos, se adivina la especulación por todos lados. La llegada del neoliberalismo a estas tierras ha supuesto el desamparo para las personas con menos recursos, los salarios son muy bajos y los recursos sociales se han privatizado. “Kosovo es hoy un protectorado totalmente desregulado, paraíso de la corrupción, un lugar pequeño, con poco más de dos millones de habitantes donde la comunidad internacional ha invertido billones de dólares para su reconstrucción. Todo este dinero no ha servido para que el país salga de la pobreza y el subdesarrollo si exceptuamos la vida que se dan las élites mafiosas. Muchas de estas inversiones internacionales eran para empresas europeas que hacían proyectos en Kosovo, de modo que el dinero era para ellas, no se quedaba en el país.”

Pero además el profesor José Ángel destaca que el modelo neoliberal no responde a los patrones culturales de este pueblo, no se ha introducido con naturalidad, ni es producto de su evolución interna, ni de su forma de entender el Estado o la familia. “Mientras que el neoliberalismo es individualista la cultura tradicional kosovar es la de la familia y el clan, esto es nada más una muestra de los muchos cambios importantes que se están produciendo.”

Mostar
Mostar es una ciudad dividida por el río Neretva. El puente que lo cruza, Stari Most (puente viejo) es el que le da nombre. Este emblemático puente fue destruido durante el conflicto y reconstruido después. Sin embargo, la división sigue estando muy presente en esta pequeña ciudad. A un lado del río se alzan los minaretes de las mezquitas, al otro una gran cruz en la parte croata señala el punto desde donde se bombardeó el lado musulmán durante la guerra.

Mostar puede ser un ejemplo en miniatura de lo que ocurre hoy en el resto del país. “Durante mucho tiempo la ciudad tuvo dos alcaldes y a día de hoy sigue teniendo dos compañías eléctricas, dos de recogida de basura, dos empresas de agua, de telefonía, dos universidades... si tienes un apellido croata en la zona musulmana puede que tu recibo de la luz suba hasta dos o tres veces más del consumo real y lo mismo ocurre al revés.” Todo esto para una ciudad con menos de 200 mil habitantes. Musulmanes y católicos se dan totalmente la espalda. Los chiquillos van a la misma escuela pero a clases diferentes. “La comunidad internacional pensaba en reunificar Mostar para dar un ejemplo de concordia pero hay cosas que el dinero no puede comprar.”

Sin embargo hay pequeños grupos que se oponen a seguir viviendo en este enfrentamiento constante, como quienes trabajan en el Centro Internacional que la Universidad de Granada comparte con las dos universidades de Mostar, el IUCI Mostar. “Es el único lugar en la ciudad donde las dos universidades, musulmana y católica, conviven. El hecho de que una tercera universidad trabajara con ellas hizo que ambas lo vieran como algo aceptable. Se planteó como una colaboración universitaria entre iguales, no de ir a ayudarles, algo de lo que están hartos. Además, el centro está físicamente en medio de las otras dos lo que simbólicamente también ayuda.” Este trabajo conjunto requiere de mucho esfuerzo y es la universidad de Granada la que lleva la iniciativa ya que si no el interés de las otras dos partes disminuye. El centro no colabora económicamente sino académicamente, algo que ha hecho perder interés a las élites universitarias de ambos lados, así que son en su mayoría los estudiantes y los profesores más jóvenes quienes colaboran en el proyecto. “Con sus limitaciones, la Universidad de Granada ha conseguido logros que otras instituciones europeas con mucho dinero no han podido.”

Hay gente en Mostar y Sarajevo, gente joven para la que la guerra queda ya lejos. “No les gusta el país en el que viven, saben que sus políticos son corruptos y de ideología nacionalista, entienden su país como algo que se ha creado artificialmente desde el extranjero.” Hay un pesimismo generalizado, no hay trabajo, las cifras de suicidio son importantes debido a la desesperanza, son muchos los jóvenes que emigran para buscarse la vida.

La realidad es que Bosnia está formada por una población dividida entre sus tres etnias; musulmanes, croatas (católicos) y serbios (ortodoxos), cada una con su propia idea de país. “Hablamos de un país pequeño, no muy rico ni relevante internacionalmente pero con unas problemáticas muy complejas. Tras el boom de la ayuda humanitaria tras la guerra, todas las ONGs y organismos internacionales se han ido marchando de allí. Los bosnios forman parte de Europa, siempre han tenido su sitio ahí y deben formar parte de esa familia como todos los demás. Pero creo que no debe tratase de ayudarlos a ser como nosotros, sino de trabajar con ellos para que puedan recuperarse y superar ellos mismos sus propios problemas.”